Fuente: AP
Miles de personas duermen en las calles de Puerto Príncipe por miedo a otro sismo; los cadáveres de las víctimas son apilados en las avenidas
PUERTO PRÍNCIPE, Haití, ene. 13, 2010.- Pequeños cuerpos de niños yacían apilados al lado de las ruinas de su escuela derrumbada. Sobrevivientes pululaban por las calles con sus rostros asombrados cubiertos de polvo blanco y heridas sangrantes. Doctores frenéticos vendaban cabezas y cosían heridas en el estacionamiento de un hotel.
Haití, el país más pobre del hemisferio occidental, es sinónimo de devastación un día después del terremoto de 7.0 grados en la Escala de Richter que sacudió la isla.
El temblor dejó edificios colapsados, desde hospitales, escuelas, iglesias y casas destartaladas hasta el reluciente palacio presidencial, y de los escombros se desprendía una nube de polvo blanco que envolvía la capital entera.
Las ambulancias esquivaban entre las muchedumbres, evadiendo a timonazos los cuerpos abandonados en las calles y a hombres que cargaban improvisadas camillas con algún herido.
Los sobrevivientes deambulaban aturdidos, algunos gimiendo los nombres de algún ser querido, rezando o pidiendo ayuda. Otros, con heridas que rápidamente se infectaban, se sentaban a la orilla de los caminos y esperaban un doctor, sin la certeza de que alguno llegaría.
Helicópteros de rescate zumbaban encima de cuerpos semidesnudos, que yacían sobre montañas de escombros y metales retorcidos.
Por todos lados cundía el pánico, la desesperación y los clamores de ayuda.
"Miles de personas se volcaron a las calles llorando, cargando cuerpos ensangrentados, buscando a alguien que pudiera ayudarles", dijo el director divisional de los servicios de desastres del Ejército de Salvación en Haití, Bob Poff, en un mensaje publicado en el sitio web de esa organización.
No había un conteo fiable, pero las autoridades temen que miles, quizás decenas de miles, hayan muerto en el terremoto. Algunos líderes haitianos comentaron que la cifra podría superar los 100 mil. En el caos, los médicos corrían a atender a innumerables heridos.
Este miércoles, miles de haitianos dormirán en la calle por temor a un nuevo sismo.
El estacionamiento del Hotel Villa Creole de Puerto Príncipe se convirtió en un centro de clasificación de heridos. Bajo improvisadas tiendas hechas con sábanas ensangrentadas, decenas de personas yacían quejándose de dolor por las lesiones en sus cabezas, huesos rotos y costillas quebradas.
"Ya no lo soporto. Mi espalda me duele demasiado", dijo Alex Georges, de 28 años, quien había estado tumbado en el lote desde hacía más de un día a la espera de auxilio. Apenas a unos pasos de distancia estaba el cuerpo de otro hombre que parecía tener su misma edad.
Cuando el terremoto ocurrió, poco antes de las 5 de la tarde del martes, Georges estaba en una reunión con otros 30 estudiantes en una escuela del barrio de Morne Hercule. El techo se derrumbó y mató a 11 compañeros al instante y lo hirió a él y a otros, dijo.
Varios miles de policías haitianos e internacionales salieron a las calles el miércoles para limpiar los escombros, dirigir el tráfico y mantener la seguridad. Pero era poco lo que podían hacer frente a los saqueadores que merodeaban las tiendas y las muchedumbres de refugiados desesperados que cargaban con posesiones rescatadas.
Los haitianos que aún podían caminar salían por cientos de la capital, muchos con maletas y otras pertenencias sobre sus cabezas. La policía gritaba órdenes para mantener el tránsito en las esquinas congestionadas mientras ambulancias y camionetas de Naciones Unidas avanzaban con prisa hacia el centro de Puerto Príncipe.
En el barrio de Petionville, la gente usaba mazos y sus propias manos para excavar en un centro comercial derrumbado. Camino arriba, unas 200 víctimas, incluyendo niños pequeños, instalaban lonas o sábanas en el estacionamiento de un teatro para protegerse del sol.
"La necesidad inmediata es la de rescatar a las personas atrapadas bajo los escombros y luego darle comida y agua a la gente", dijo la directora de la organización humanitaria estadounidense CARE, Sophie Perez. "Todo urge", añadió.