Puerto Príncipe, Haití.- Ya no se oye el coro de lamentos en el Hospital Central y en la morgue que está al lado tampoco hay pilas de cadáveres como hace un mes, pero el principal centro asistencial de Puerto Príncipe sigue repleto de enfermos instalados en carpas fuera de las salas que ya no dan para más pacientes.
Es lógico. El terremoto del 12 de enero que devastó Puerto Príncipe y que mató a más de 200,000 personas, también dejó 400,000 heridos, según cifras oficiales, que las autoridades de salud y las organizaciones internacionales se esfuerzan por atender.
En el Hospital Central, muy cerca del destruido Palacio de Gobierno, 700 camas son insuficientes.
“Estamos en una etapa de transición; después de un mes hemos superado la gestión de emergencia y ahora nos concentramos en otros problemas”, dijo a LISTÍN DIARIO Alex Lassegue, director ejecutivo del Hospital de la Universidad del Estado de Haití.
En diez minutos, en su reducido despacho, el funcionario ha recibido a por lo menos diez personas, la mayoría personal del centro y a médicos extranjeros que trabajan voluntariamente en Haití. Afuera, los heridos, la mayoría de ellos amputados, resisten en casas de campaña de lona el implacable calor del mediodía. Y a la entrada del hospital, cientos de haitianos procuran asistencia médica.
Como todo en Haití, el sistema de salud también trata de volver a la normalidad y dirige sus esfuerzos contra una calamidad tan grande como la que produjo el mismo terremoto: las epidemias.
Vacunas
El ministro de Salud, Alex Larsen, garantizó la semana pasada la existencia de vacunas para los próximos seis meses. Su preocupación, como la de todos los médicos aquí, es la rápida propagación de enfermedades como la malaria, la diarrea y las infecciones provocadas por la insalubridad y la alimentación deficiente.
Las autoridades iniciaron la semana pasada un programa de vacunación en el centro de Puerto Príncipe, sobre todo contra la fiebre tifoidea, la poliomielitis, el sarampión y el paludismo, y los niños son la prioridad.
Pero las vacunas no han llegado a todos los campamentos para refugiados, donde médicos voluntarios, haitianos y extranjeros, hacen lo que pueden para atender a los enfermos, muchos de ellos con miembros amputados (se calcula en más de 4,000 los casos) como Danielle Bien-Aimé, de 26 años, una estudiante de química antes del 12 de enero.
“No sé cuando podrá salir de aquí. Si tengo la posibilidad de continuar, lo haré, no he perdido las esperanzas”, dijo la muchacha a LISTÍN DIARIO, desde su cama en una de las carpas del Hospital Central, donde su director hace humanamente lo que puede.
“Cada día recibimos entre 500 y 600 personas”, afirma Lassegue, el director ejecutivo del centro. “Hay menos muertos desde hace dos semanas”.
LA SITUACIÓN DE LA INFANCIA
El caso de los diez norteamericanos (ahora bajo libertad condicional) que intentaron salir de Haití por República Dominicana con 33 niños sin la documentación requerida puso en evidencia uno de los principales problemas que enfrenta el gobierno: la situación de la infancia.
Según la organización Cáritas Internacional hay hasta medio millón de niños afectados por el terremoto de hace un mes, que dejó miles de huérfanos entre los sobrevivientes, aunque Save the Children eleva esa cantidad hasta a un millón.
Para ayudar a la infancia Aldeas Infantiles SOS (incluyendo la seccional de República Dominicana) Diakonie y Unicef, entre muchas otras, coordinan acciones para atender a la población más vulnerable. Sobre la marcha, las autoridades tratan de evitar el tráfico de niños, admitido por el propio gobierno.
“Yo mismo aprobé entre trescientas y cuatrocientas adopciones desde el 12 de enero”, dijo a LISTÍN DIARIO el primer ministro haitiano Jean Max Bellerive. “Pero cada caso debía cumplir el procedimiento”.
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