domingo, 17 de enero de 2010

Haití: maldición imperial


Por Narciso Isa Conde
Los imperios coloniales y el imperialismo moderno nunca le perdonaron al pueblo haitiano el hecho de haber fundado la primera república independiente de nuestra América, realizado la primera revolución social anti-esclavista, reivindicado la negritud oprimida y ayudado con el suministro de armas a la campaña libertadora Bolívar.

Desde entonces se ensañó en su contra la maldición imperial: neocolonialismo, intervenciones militares, dictaduras feroces, saqueo y empobrecimiento atroz hasta devastar su territorio y conformar la sociedad más crónicamente empobrecida del hemisferio occidental; campo “fértil” para que los “desastres naturales” hagan estragos impensables al compás de los destructivos “cambio climático” provocados por un capitalismo en extremo explotador y depredador.


Un país así empobrecido, una sociedad forzada a sobrevivir al borde de la muerte en un territorio casi desértico y preñado de gente desvalida, de construcciones endebles, de zonas de altos riesgos, de estructuras erosionadas…. en fin de cuentas resultó proclive al colapso total y al genocidio inducido.

Contrario a lo pregonado y prometido, la reciente intervención militar estadounidense (disfrazada con el manto de la ONU) hizo de Haití un país más frágil y vulnerable.

Se habló de un narco-estado haitiano (pese a que el Estado no existía) y se anunció que esa intervención ayudaría a superarlo, cuando realmente perseguía profundizar la tendencia a convertir esa parte de nuestra isla en territorio libre para mafias protegidas y reguladas por las tropas extranjeras…hasta empujarlo, en fin, a la penosa condición de presa aniquilable por este fatídico terremoto de 7.3 grados.

El remedio a esta situación desgarradora no puede ser más intervención militar estadounidense.

Haití merece y necesita toda la ayuda del mundo. La deuda social de las potencias capitalistas con ese pueblo es colosal y hay que reclamarla con vigor, cuidando que lo que fluya como pago de la misma –y hasta ahora fluye poco y lento de las arcas imperiales- o como solidaridad de países y pueblos solidarios no deudores, no sea administrada ni por mafias imperialistas ni por claques corrompidas haitianas y dominicanas, todas ellas al asecho para beneficiarse de esa tragedia.

La reconstrucción del Estado y la sociedad haitiana se convierte en necesidad imperiosa.

El problema es que hay quienes quieren hacerlo como simulación por la vía de una gran ocupación militar y hay quienes queremos se haga de verdad por la vía de la autodeterminación y la participación popular