domingo, 17 de enero de 2010

Solidaridad y angustia, dos ángulos de la tragedia de Haití

La ayuda para auxiliar a los vecinos de Haití no para de fluir. Medicinas, alimentos, agua y ropas copan los centros de acopio habilitados. Mientras, los haitianos intentan viajar a su país a enterarse de la suerte de sus familiares.

El aeropuerto Joaquín Balaguer es uno de los puntos más activos para canalizar ayuda de todo tipo. En este lugar, un personal de las Naciones Unidas recibe y organiza cajas conteniendo la ayuda que inmediatamente es enviada a Puerto Príncipe. Por esta terminal también viajan voluntarios de diferentes partes del mundo.

El economista Pavel Isa, quien trabaja como facilitador de Naciones Unidas en estas actividades, explica que por ser un aeropuerto diseñado para aviones pequeños, la capacidad para trasladar ayuda humanitaria desde el Joaquín Balaguer se ve un tanto limitada. Esta situación provoca que parte de las donaciones, básicamente alimentos, sean entonces transportadas por tierra.

“La ayuda fundamentalmente llega de todas partes del país. Naciones Unidas en República Dominicana ha donado una buena cantidad de materiales”, apunta Isa. En horas de la mañana, se pudo observar a personas que asistían a esta terminal con vehículos cargados de mercancías diversas.

Hasta las 10:00 de la mañana de hoy, desde este aeropuerto habían salido hacia Haití 17 vuelos en los que, además de ayuda humanitaria, iban voluntarios y técnicos de diferentes países. Esta información fue confirmada por el director ejecutivo de la organización Auxiliaras Navales Dominicanos, Juan Carlos Porcella.

Desde el martes pasado, día en que ocurrió el terremoto que destruyó gran parte de Puerto Príncipe, desde el aeropuerto Joaquín Balaguer han salido hacia Haití 78 vuelos, con cargamentos y pasajeros con características similares a las ya descritas. Porcella explica que por este aeropuerto se mantienen llegando equipos de rescate de España, Francia, Inglaterra, Turquía, Taiwan y Dinamarca.

“Paralizamos las operaciones (de vuelo) hasta la puesta del sol”, puntualiza Porcella, quien de forma voluntaria ayuda en la coordinación de los vuelos que salen cargados de medicinas y socorristas del mundo entero. Minutos antes de ofrecer estas declaraciones, había despedido a un grupo de voluntarios con los que se comunicaba en inglés.

Éxodo. En la parada de minibuses que hacen viajes hacia el municipio fronterizo de Jimaní, decenas de haitianos se preparaban para llegar hasta su país de origen, para saber si sus parientes viven o murieron aplastados por las edificaciones que derrumbó el sismo de 7 grados en la escala de Richter.

“Vamos hacia a Haití para saber de nuestros familiares. No llevamos ayuda, pero vamos para ver en qué podemos ayudar”, expresa Jean Petion, con una biblia en su mano derecha. Este haitiano comenta que sus padres sobrevivieron al fenómeno, aunque ignora si sus primos, tíos y otros parientes corrieron la misma suerte. “La gente dice que esto pasó porque en mi país practican budú, pero a los que quedan vivos hay que predicarle el evangelio. Hay que hablarles de Dios”, precisa Petión.

Es tal el afán de los haitianos residentes en República Dominicana de viajar a su país, que algunos incluso pedían el pasaje. La tarifa establecida desde la capital a Jimaní es de 360 pesos. Las guaguas solo llegan a este pueblo y, desde allí, para llegar al centro de Puerto Príncipe, los haitianos deben tomar dos motoconchos y otra guagua, que en total totalizan 135 pesos adicionales.