sábado, 10 de julio de 2010

Seis meses después de terremoto, Haití sigue paralizado

El gobierno, que ya era débil antes del terremoto de magnitud 7, está intentado construir en nuevos lugares como Corail-Cesselesse

Un paciente en el hospital de la Universidad Estatal de Haití en Puerto Príncipe (AP)
CORAIL-CESSELESSE, Haití.- El sol escocía en la rocosa llanura de cactus cuando varios hombres con machetes fueron a buscar a Menmen Villase, embarazada de nueve meses, la arrojaron al suelo y rasgaron la carpa de plástico que la cubría a ella y sus cuatro hijos.

La familia era una más de las miles que han quedado sin techo y que han venido a estos cañaverales abandonados entre el mar y las montañas al norte de Puerto Príncipe, buscando refugio de los abarrotados campos de refugiados en la ciudad.

La construcción en esta zona ha sido destinada para crear un nuevo Haití. Sin embargo, Villase se topó con uno de los muchos enfrentamientos por la tierra, comunes en la historia de esclavitud, ocupación y agitación de Haití, que han servido para desacelerar la recuperación hasta casi un punto muerto en los seis meses desde que un terremoto destrozó la capital y mató hasta 300 mil personas.

El gobierno, que ya era débil antes del terremoto de magnitud 7, está intentado construir en nuevos lugares como Corail-Cesselesse, una franja de tierra casi vacía que empieza a unos 15 kilómetros (nueve millas) al norte de la capital. El esfuerzo se ha visto paralizado por la desorganización, las rivalidades y los acuerdos privados realizados a escondidas.

Múltiples familias reivindican ser dueñas de casi cada pedazo de construcción. Un funcionario encargado de reconstrucción ya ha sido forzado a dimitir por desviar un proyecto público hacia el terreno privado de su empresa en Corail-Cesselesse.

Los dueños ricos de terrenos aseguran que el "nuevo Haití" se convertirá de nuevo en otra barriada pobre si el gobierno no reconstruye siguiendo sus pautas.

Y la gente sin techo se encuentra en medio de la controversia, intentando arrebatar un pedazo de terreno a los matones contratados para expulsarlos. Incluso enfrentando machetes, Villase tuvo que ser arrastrada fuera de la carpa que era su casa para ella y sus cuatro hijos.

"No quería que se llevaran mi carpa", recuerda. "Contestaron 'Nos da igual. Podemos destrozarla contigo dentro'''.

Momentos después del desastre, todo Puerto Príncipe empezó a salir a las calles. Las casas, que aún colapsaban, se convirtieron en trampas mortales. Campos de refugiados nacieron como setas en espacios privados o públicos, plazas, parques y campos de golf.

Los cadáveres se acumulaban en todas partes, bajo sábanas, cartones o nada. Camiones de todo tipo recogieron la mayoría de cuerpos las semanas después. Otros fueron quemados. Otros aún siguen encontrándose.

Pero los aproximadamente 20 millones de metros cúbicos de basura siguen en las calles. Montones de ella hacen que gran parte de la capital sea intransitable. Trescientos camiones trabajando diariamente han removido apenas el 2% de la basura.

El número de personas en campos de refugiados se ha casi duplicado a 1,6 millones, mientras que la cantidad de viviendas transitorias es minúscula.

La mayor parte de los 3.100 millones de dólares prometidos en ayuda humanitaria han ido a hospitales, carpas de plástico, vendas, comida, salarios, transporte y trabajadores para tareas de reconstrucción. Unos 1.300 millones de dólares fueron a grupos de ayuda estadounidenses.

Hay cientos de millones por gastar, pero agencias como la Cruz Roja Americana dicen que no quieren invertir en proyectos que no finalizarán.

Los trabajadores de los equipos de emergencia dicen que el dinero gastado ayudó a prevenir epidemias, inundaciones y violencia política, además de distribuir alimentos y otros productos esenciales.

Los mercados de comida vuelven a su estado normal y se ha dejado material en la isla que, aunque no está en perfectas condiciones, es mejor que el que había antes del terremoto.

Muchos haitianos no tenían agua potable y electricidad antes del terremoto, y aún no la tienen.

La policía y los cascos azules de la ONU vuelven a patrullar. El crimen ha aumentado desde el terremoto, con ataques a campos de refugiados que siembran el terror entre miles, sobre todo de mujeres y niños. Sin embargo, la violencia es mucho menor que cuando soldados de la ONU llegaron a la isla hace seis años.

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